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ATAQUE ISLAMISTA EN CATALUÑA
L. Fernando de la Sota

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Era de esperar. No creo que a nadie le haya pillado por sorpresa este nuevo zarpazo terrorista de la banda criminal yihadista. Y menos aún a los expertos en Inteligencia y a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que vienen desde hace muchos meses desarticulando sus células más o menos activas y deteniendo a sus miembros, que preparaban sus ataques cada vez más simplificados y baratos, para los que apenas les hacen falta otras armas y otra preparación que un vehículo y en muchos casos un simple cuchillo para asesinar por sorpresa pacíficos e indiscriminados viandantes.


Y aquí hoy, en Cataluña, se siguen repiten las escenas que hemos contemplado en tantos otros sitios anteriores, en los que solo cambian el idioma de las víctimas y los paisajes en los que se encuadran los hechos. Y en las que lo único que resulta auténtico son las imágenes desgarradoras de los cuerpos masacrados tirados en la calle, las lágrimas y el dolor de sus familiares y amigos, las sinceras pruebas de apoyo y solidaridad de ciudadanos anónimos, que ayudan en los primeros auxilios, los comercios que abren sus negocios a las personas que huyen despavoridas presas del terror, los cientos de voluntarios que ofrecen su sangre en los hospitales, los taxistas que ponen sus coches a disposición de los heridos, y por supuesto la rápida y ejemplar actuación de los distintos Cuerpos y Fuerzas del Orden Público que, como en este caso, unidos y bien coordinados, que como en este caso, detienen y abaten a los terroristas en tiempo record.


También resulta meritoria, la reacción de los barceloneses saliendo a la calle, con su lema de “no tenemos miedo”. Pero todo lo demás, y dando por descontado que no dudo que a nivel personal los diversos políticos y funcionarios tanto estatales como autonómicos, lamenten y condenen los hechos, como hacemos todos los españoles bien nacidos, creo que toda esa parafernalia que siempre los rodea, sea cual sea el país afectado, da la sensación que estamos viendo una tras otra la misma película, el mismo decorado de cartón piedra que se repite y vale lo mismo para un sitio que para otro, fruto también de un mismo error de principio y un tanto hipócrita, alentado por los distintos gobiernos occidentales y asumido mayoritariamente por sus respectivas sociedades.


Porque no basta con encendidas declaraciones de rechazo y condena del terrorismo, estaría bueno que así no fuera, ni hacer declaraciones de unidad y llamadas a la resistencia, rotundas afirmaciones de que los terroristas no nos doblegarán, y las llamadas a soportar estoicamente sus zarpazos. Pero en definitiva a adoptar una postura de firme pero mansa resignación, por mucha sangre y mucho dolor que nos causen. Es la misma equívoca posición que adoptó el gobierno inglés ante los recientes atentados que han sufrido, recordando a su pueblo el ejemplar comportamiento de los londinenses, ante los durísimos bombardeos alemanes que sufrieron en la segunda guerra mundial pero cuidándose mucho de recordarles también, que junto a esa admirable resistencia ciudadana, hicieron otra cosa. Su ejército desembarcó en Europa y en África, y tras tres años de dura lucha, ganaron la guerra y por tanto la paz, aunque con el inevitable coste de muertos y heridos, como irremediablemente ocurre en todas las guerras.


Pero es que resulta que aunque no se quiera reconocer, estamos en guerra, como ya lo dijo en su momento Hollande, tal vez el peor presidente francés de los últimos tiempos, pero el más sincero y consecuente en este caso, advirtiendo a una Europa dormida o anestesiada, que estábamos en guerra, que el enemigo era el Islam salafista, y que la única forma de atajarlo era la respuesta militar de los países europeos. Ni qué decir tiene que no le hicieron ni caso. La Civilización occidental, resignada y timorata, prefiere afrontar las masacres terroristas con concentraciones de repulsa, con flores, velas, conciertos y ositos de peluche, enterrando a sus víctimas, cada vez más numerosas, entre lágrimas, oraciones y lápidas de recuerdo, que hacerlo atacando al enemigo de frente, en su terreno, asumiendo esa verdad de que estamos en guerra, y en las guerras se lucha, y se vence, aunque también se muere, y cuando esto ocurre, es cuando se entierra con honor y se reza, por aquellos que han muerto para intentar conseguir una verdadera paz duradera, para sus familias y para defender los valores de sus respectivos países.


Naturalmente no espero que esto cambie. Ni combatiremos al islamismo donde hay que hacerlo, en su terreno, aunque también lo hagamos en nuestros países, donde ya le tenemos dentro, ni las comunidades musulmanas pedirán perdón, ni condenarán con firmeza las conductas de la mayoría de sus fieles, ni nuestros gobernantes se atreverán a recibir féretros de soldados de vez en cuando, porque eso quita votos, ni tampoco existe una decisión popular de afrontar esa incómoda y molesta situación que exige valor y sacrificio. Es más cómodo, lo de las flores y las velas, y que sea la policía la que se preocupe de mantener el orden en la manera de lo posible, y poder seguir con nuestra vida habitual, procurando que la próxima vez el atentado terrorista no les pille cerca, aunque también tengamos que soportar la incómoda presencia de millones de exiliados, que estos sí que huyen de auténtica situación de guerra.
Por tanto me temo que yo también tenga que repetir estas mismas líneas dentro de no mucho tiempo. Ojalá me equivoque.


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