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Cuidado que se acercan elecciones

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No, si ya sé que todavía falta mucho y que no son hasta el año que viene. Pero si se aguza el oído, se nota que ya empieza notarse en el aire y en el terreno que pisamos, que algo se mueve.
 

Las elecciones son el eje fundamental del un proceso democrático. Es la hermosa posibilidad de que los ciudadanos podamos ejercer, de una forma libre, pacífica y en conciencia, nuestro derecho y nuestro deber de elegir a los que supongamos los mejores o menos malos, para que administren los bienes públicos, defiendan nuestros derechos y dirijan nuestros destinos durante cuatro años, con todo el riesgo que comporta el acertar o equivocarnos.


Pero esta es la cara buena de la moneda. Hay otra más turbia. Mucho antes de los comicios, empieza la lucha sin cuartel de los Partidos para buscar la manera, de hacerse con el poder, a veces sin importarles cómo ni a qué precio, y una lucha sorda, subterránea e implacable de ambiciones particulares, codazos, zancadillas, cuando no de navajazos, para que unos, se hagan con una porción de poder lo más grande posible,
en detrimento de otros, posiblemente más cualificados, pero menos astutos, menos habilidosos, pero más honrados.

 

Pero esto es la gloria y la miseria del Sistema.


Lo que ocurre, es que hasta que llega la hora de votar, mucho antes, ahora, empiezan ya a funcionar las maquinarias electorales. En unos despachos, los cerebritos políticos, ya están estudiando los esquemas de publicidad, las frases a pronunciar de sus líderes, las
estructuras de los mítines y sus comparecencias en los medios de comunicación. Es su trabajo. Aunque lo deseable, es que no se pasen en proponer a sus jefes, que prometan cosas que sepan de antemano que no se pueden cumplir, o lo que es peor, que no hay intención de hacerlo.


Pero en otros, se trabaja en otra misión más turbia y peligrosa. En los temas económicos. Las cajas de los partidos, que debieran estar nutridas únicamente por las aportaciones de sus militantes, son incapaces de afrontar los gastos de las campañas, y recurren a solicitar de personas y empresas más o menos afines fondos para ello. Naturalmente, de una forma “gratuita y desinteresada”. Eso, si no como viene ocurriendo con frecuencia, no han sido ellas, las que ya se hayan ofrecido para ello, también de la misma “forma”, y como nunca se sabe, como en la famosa incógnita, de qué es lo primero si el huevo o la gallina, qué es lo primero, si el corrupto o el corruptor, luego pasa lo que todos estamos viendo que pasa.


Y luego vienen las guerras de las encuestas. Mejor dicho ya están aquí. Llevamos casi un mes que no hacen más que aparecer en todos los medios que se precien de serlo, sondeos, unos más creíbles que otros, porque los hay con muy poca credibilidad dada la forma y el “campo” auscultado, adelantando cifras, resultados, e incluso barajando supuestos pactos que solo se producen en la mente de los que necesitan publicar titulares llamativos, y a veces sesgados por intereses ideológicos o de militancia, que a la vista de cómo está el tablero político actual, son muy difíciles por no decir imposibles de intuir.


A las encuestas les pasa lo que las escopetas, que dicen que las carga el diablo. Sobre todo a éstas, que a tanta distancia les pueden pasar lo que a aquellas otras, no tan lejanas, que aseguraban un triunfo arrollador de un partido que iba “a asaltar el cielo” y que incluso produjo aquel grotesco reparto de cargos y Ministerios, que ofrecía en la televisión unas semanas antes un líder inmaduro.


Aunque también sea posible que algunas solo sean globos sonda para alentar a unos y desmoralizar a otros, que de todo puede haber. Pero se ha demostrado a lo largo de estos últimos años y tras una larga experiencia democrática, que los sondeos y sobre todo sin tener su tendencia, avalada, por haberse realizado con una cierta separación de tiempos, solo aciertan con el resultado, cuando están mucho más cercanas las consultas electorales.


De todas formas, sabemos que posiblemente las encuestas con mayor credibilidad, son las que encargan los partidos internamente, que no dan a conocer, y que son las que manejan para afrontar las campañas electorales. Y algunas veces, ni así aciertan, porque todos nos acordamos de la pifia de un destacado líder conservador, que vendió la piel del oso antes de cazarlo en plena noche electoral, para regocijo de la oposición.
 

L. Fernando de la Sota.

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