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¡Jo…que semanita!

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Con esta expresiva frase nos cuentan que comentaba uno de nuestros ediles de la izquierda rampante madrileña a sus compañeros de consistorio, sus impresiones tras las vacaciones de Semana Santa.

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Pero no se refería a si en la playa o la montaña, había hecho calor o frío, ni si el hotel había resultado cómodo o no, o si la lluvia había trastocado sus expectativas de ocio o de descanso. No. Se refería, con indignación, a que durante ocho días. Una gran parte de los españoles se había dedicado a ofender sus convicciones laicas y ciudadanas, con los aparatosos y a su juicio anti constitucionales despliegues religiosos, que le habían perseguido con saña durante ocho días.

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Fueras donde fueras, todo eran procesiones, imágenes. tambores, cánticos, encapuchados y demás espectáculos, del más profundo oscurantismo  medieval.

Y si ponías la radio o la televisión era peor, porque la mayor parte de sus programas eran para rebozarte a todas horas, con las mismas imágenes y los mismos desfiles. incluso en las que se suponían eran más nuestras.

 

¡Este país no tiene remedio!

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